Borealis || Pepe Acevedo || Nuevo Album || N° 4 – 2020 || PROMONAUTAK

Como cuando el fruto del presente aparece de una forma parecida a la del pasado, pero en él se intuyen sutiles diferencias en sú armoniosa forma de caminar, de ese modo comienza esta obra que nos regala Pepe Acevedo. Melodías apoyadas en ritmos de bajo y bateria consistentes, en un rock progresivo valiente, con el permiso de maestros consagrados que fluye espontanamente. Atmosferas presenciales nos guian cariñosamente cuando la esencia de esa música en juventud sale recreada a placer mientras sin sospechas de maldad alguna se construye.

Quizá repetitivo en sú intensidad aunque sin duda ritual espiritual a modo mantra que reconforta al artista y al oyente. Y una voz naturaleza y tierra nos cuenta la historia que nadie pudo respirar debido a la distancia en la Aurora Boreal de colorido y misterioso sentir que a uno le arropa en la noche de las sombras, capaces de llevar luz al otro lado.

Guitarra cosmica y sensual entre los teclados de un corazón que ha sufrido aunque no se le note, esfuerzo en vida entre el amor y la amistad que suponen regalos. Y el reloj del silencio nos conduce hacia la calma que ya deja atrás el parecido en sú forma y… respira el alma.

Borealis es un álbum sobrio entre la búsqueda inmediata y el regreso que pareciera estar eternamente paciente ante la contemplación de un entorno amable y natural a la vez que sintético y algo psicodélico. Sin duda, Acevedo y los músicos que lo acompañan entran en ese estado místico que se superpone ante lo más alejado, nada hay de cemento ni ruidosa metrópolis en un álbum sediento de alguien a quién explicar los asuntos más intimos en momentos en los que pocos saben si caímos por azar o por un Dios inoportuno y caprichoso que ya nadie contempla.

Cierto es que la espesura en la dificultad interpretativa de sú autor puede resultar monótona, pero nadie debiera olvidar que estamos en un estado psicodelico que surge del esfuerzo y nos mantiene entre los colores de esos años 70 que forman parte de el alimento musical que está presente en cada sonido y cada solo, en cada ritmo y cada pulso, en la intención que mueve a un álbum como «Borealis» a recordarnos.

Es cierto que son sabores reconocibles los que mantienen la obra en pie, pero se puede sentir la danza interna de las estrellas que quizá entre la fuerza y la esperanza brillen algún día para que todo cambie, sin perderse a uno mismo. ¿Estaremos ya desmembrados en la memoria o regresará uno a ser?, ¿para qué?, tal vez para que en un futuro quiera mirar al cielo y recibir las preguntas adecuadas que la humidad del artista pudiera responder, quizá…

Simplemente el ayer de un mirar desnudo quiera contarnos el cuento y de ese modo ofrecer a quién lo viva nuevamente toda una inmensa galaxia capaz de sufrir y experimentar la transformación de aquellos impulsos eléctricos que se pierden en el vacío, con el calor, eso sí, de un buen fuego en el invierno que cuida de quién quedó a nuestro lado. Amar y ser amado…

«Borealis» es esa hoguera en la noche estrellada en la montaña que sabe algún día volvera al punto de partida, desde donde al igual que un niño asomemos la mirada a la vida nueva, sin los errores, y los horrores de la civilización que ya habrá dejado distancia entre los sedientos y los saciados. Pudiera ser mañana que ya nunca fuera, expulsando los aullidos que las grandes ciudades provocan en nosotros y defendiendo la serenidad que se consigue con cierta edad. Y que nunca se rinda uno ante lo inesperado.

Posiblemente fiel y feroz será la manada, y verdad en la bondad del individuo capaz de contemplarse y aceptarse, como quién sabe de las dudas y las supera, como cuando fuimos libres de toda dictadura, de toda la presión, extorsión, la explosión uniforme.

Un álbum constante y pacífico, sin duda pacífico, que encuentra «las luces que a lo lejos van marcando el retorno, como pálidos reflejos y hondas horas de dolor».

Así se supera el miedo y nacen las luciernagas del ser. Acariciando un presente nuevo, sin perder la voz, sin el temblor, y los días que quedan son los mejores que pudimos. Sin reflejos en el espejo que ya se rompió, con los pies en la tierra y la mirada limpia, fragilidad que resiste. Curiodidad, intensidad y… siempre tú.

Por Sergio Zurutuza

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